Soy un Nómada. Mis únicas Banderas son el cielo del día y el manto de estrellas en la noche. Mi Tierra está allí donde piso. Mi cultura es la que comparto e intercambio con las personas que encuentro en el camino. Mi himno es el canto de los pájaros, el susurro de los arroyos cristalinos y el bufido del viento en bosques y cumbres. Mi gente sois tod@s, aunque todavía no os conozca.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Andorreando. 7. Setúira y Bassera



Cuando me despedí de Andorra con el intento frustrado por la espesa niebla al Pic Blanc de Envalira, una sensación de extraña proximidad me hizo sentir que el retorno al País de los Pirineos no sería una larga espera.

Así, cuando este sábado viajaba al compás de los Dream Theater con mi compañero Madveras, la sonrisa se me dibujaba en el rostro con un marcado acento de complicidad. Tras unos meses de inactividad por sus lesiones, mi compañero se había planteado el objetivo de subir un par de cimas sencillas y asequibles, y no pude dejar pasar la oportunidad de acompañarlo, y de volver a esta Tierra que tanto me hizo vivir este verano.

Al llegar al Port de Cabús, ya a 2300 m de altitud, lo primero que vieron mis ojos aparte de las montañas fueron unos potros galopando ladera abajo... Sus madres, yeguas recias, bajaron después haciendo temblar el suelo. Perdí unos minutos intentando guardar una foto, y al final, lo conseguí.


Nos dirigimos por la izquierda ganando altura por una carena sin dificultades que nos llevaría directamente a la primera cima del día, el Setuira, de poco más de 2500 m. Acompañados por el vuelo de los buitres, fuimos subiendo a un ritmo suave. Los arándanos, que crecían por todas partes, me obsequiaron con un rico refrigerio azulado y rico en vitaminas B y C. Los líquenes de roca multicolores sorprendían una y otra vez a mis ojos, y poco a poco, las nubes se fueron formando en un cielo azul en el que se bañaba la luna en cuarto menguante. De los primeros estratos pasamos a formaciones lenticulares indicadoras del viento y el frío en altura, y parte de la conversación de la jornada, giró entorno al análisis de las formaciones nubosas y su evolución.


No tardamos más de 40 minutos en llegar al Setúira. Después, continuamos hacia la segunda cumbre del día, el Bassera, de casi 2700 m. Seguimos la misma carena que se prolongaba, valorando las canales que en la distancia se nos mostraban al otro lado del valle. Poco antes de hacer cima, nos sorprendieron unos muros de lajas descompuestas apiñadas caóticamente en su vertiente N. Observamos las canales que descendían al valle, que quizás tengan cierto interés en invierno...:)


Ganábamos el Bassera. Hicimos nuestras fotos de rigor, y repusimos fuerzas con lo que nuestras mochilas nos ofrecieron y algún trago de agua. Crecían las nubes por momentos, sobretodo hacia el N, el Comapedrosa y la Pica d'Estats -entre muchas otras-  se entreveían mucho más allá, y aunque el viento no era fuerte, el fresco que habíamos ido a buscar después de unas semanas en la urbe calcinante, nos aconsejó comenzar el descenso. Por un momento valoramos la posibilidad de intentar la Torre de Cabris, de casi 2800 que se levantaba hacia el S, pero tras observarla con los prismáticos -que en esta salida con mochila ligera tuvieron un espacio alfin- lo descartamos. De la misma forma, descartamos el descenso por la carena que habíamos utilizado para subir, y tomamos dirección NE siguiendo el cordal que a la subida estimamos como posible ruta. Habíamos visto senderos que los mismos caballos debían haber abierto, y siempre es más agradable una circular -o triangular en este caso- que un sube baja por la misma senda.

Y si. El descenso fue, como siempre lo es para mí, el momento de poner más cuidado para evitar una tonta torcedura, un culazo, un resbalón inoportuno. Pero no tuvimos demasiados problemas. Quizás en un determinado momento mi compañero comenzó a acusar el esfuerzo, pero tras una pausa en un valle lleno de silencio y energía, reemprendimos la marcha que ya era poca hasta llegar a la Furgo que nos esperaba paciente en el puerto.

Comimos unos bocadillos preparados la víspera, y de repente las nubes que se habían hecho negras abrieron sus compuertas... Y mientras descendíamos por la carretera, los granizos y goterones chocaban contra el parabrisas despidiéndonos de una jornada en la que ambos, habíamos vuelto a las cimas modestas de Andorra. Un verdadero Paraíso de Montañas, que intenté atrapar para l@s que no estuvistéis allí físicamente, porque en mis pensamientos si que tuvistéis un momento...


Abrazos.