Rasos de Peguera es parte de la
historia del ski en este país. Una estación pionera en la que se esquió por primera vez en 1908. Actualmente no es una estación de esquí en activo aunque ofrece algunos servicios de alquiler de material y tiene un pequeño restaurante-bar. Ubicada a pocos kilómetros de
Berga, en pleno prepirineo, es una opción interesante para practicar diversos deportes de montaña tanto en
invierno como en verano, en un entorno natural precioso y bastante salvaje,
quizás demasiado concurrido.
Pasaban unos minutos de las 8 de
la mañana cuando remonté la carretera detrás de la quitanieves. El día anterior
había caído una gran nevada en buena parte de las montañas y yo había estado
siguiendo el movimiento de las manchas de precipitación en el radar del meteocat. Estaba seguro que en Rasos de Peguera podía encontrarme con lo que estaba buscando. Llegué al aparcamiento de la Creu del Cabrer y tras preparar la mochila y comer un bocadillo, me
equipé y me lancé a la nieve como un niño pequeño saliendo al recreo. Era la primera nevada
importante del invierno, uno de los más secos que recuerdo, y la primera
ocasión para practicar una de mis actividades preferidas.
Comencé a moverme sin prisa,
deslizando los skis con alegría. El sonido del roce de las pieles de foca
contra la nieve alegraron mi corazón al instante. El paisaje, completamente
nevado, abrió mis sentidos y apagó todos los pensamientos. La intención era
hacer una circular sin ninguna dificultad técnica y subir a los dos “picos”
principales de poco más de dos mil metros: El Pedró y El Salabardar.
Remonté las primeras pendientes hacia el este, al ritmo del Sol naciente, lento y tranquilo. Disfruté cada paso respirando profundamente, guiado por la intuición y el recuerdo de un mapa que estuve mirando en la red entre radar y radar. Por encima de mí se levantaban las piezas envejecidas de un antiguo telearrastre, pero mi vista se perdía una y otra vez ora en las huellas de un conejo de monte, ora en las pirámides de los pinos negros nevados, ora en las montañas vestidas de blanco en el horizonte. El Silencio era intensamente reconfortante. No había ningún ruido más allá de los que yo mismo estaba provocando con mi marcha, y el aire era tan frío y puro que mi respiración se volvió intensa y pausada para saborearlo al máximo con deleite. Durante unos momentos me sentí en el cielo...
No tardé en llegar a un plano elevado con unas vistas y un paisaje impresionantes. Una traza de algún esquiador que había pasado esta misma mañana me guió hasta el primer objetivo del día. Me sorprendió encontrar el monolito de El Pedró entre pinos negros de buen tamaño, cubierto de nieve casi por completo. Con los bastones despejé parte de la nieve que lo envolvía como si de un regalo de navidad se tratara. Después despejé la inscripción y el belén minimalista de hierro forjado que se encontraba en un hueco de la estructura. Tras la foto de rigor, seguí avanzando y en poco tiempo llegué a un punto geodésico de hormigón. Desde allí se intuía una traza más vieja, que descendía y se adentraba en el bosque cada vez más denso. Había llegado el momento de volver hacia atrás y buscar el camino hacia el segundo objetivo, girando a Norte.
Pero en unos pocos minutos el soleado día se volvió completamente gris. La montaña es así, imprevisible como la vida misma. Las nubes se cernieron de repente sobre mí y no tuve más remedio que pararme a valorar la situación y las diferentes opciones. La meteo que había consultado a primera hora indicaba la posibilidad de nubes y precipitaciones a partir de las 11 o 12. Todavía no era la hora, las nubes se habían adelantado. La visibilidad se fue reduciendo paulatinamente, y la decisión resonó en mi cabeza: sigue la traza de subida y regresa.
El Silencio Blanco de Rasos de Peguera me había enamorado completamente, para siempre.
Clik para ampliar el MAPA |
Fecha: 10-03-2024
Inicio y final: Creu del Cabrer (1895 m.)
Distancia total: aprox. 3 km.
Horario: 1h 20' subida + 20' bajada. (con esquís)